He estado añadiendo algunos comentarios a relatos antiguos. Sobretodo en la categoria de "Relatos cortos" porque la mayoria de estos los escriví para concursos. He añadido estas anotaciones para contextualizar un poco las historias. Sólo quería dejar constancia del cambio, nada más.
Espero seguir añadiendo relatos en breve. Y espero que os sigan gustando (ni que sea un poquirrín ^^)
Un saludo,
Aida
miércoles, 28 de octubre de 2009
viernes, 26 de junio de 2009
Esconderse
Sonrió y recompuso la expresión de su rostro. Fingió normalidad. Ignoró la voz de su cabeza que no paraba de recordarle las malas cosas, e hizo un esfuerzo por disfrutar del momento, por pasarlo bien con sus amigos. Mandó todo aquello que le preocupaba al fondo de su cerebro, e intentó ignorarlo y esconderlo a la vista de los demás. Intentó aparentar que todo iba bien, que estaba todo bajo control.
Funcionó de maravilla. Nadie advirtió el profundo vacío de sus ojos, ni la oscura sombra que cubría su rostro cada vez que creía que nadie la miraba.
Pero ahora estaba sola, y ya nada podía acallar las voces. No podía esconderse de sí misma.
lunes, 4 de mayo de 2009
Miradas
Esto fue una redacción para la clase de castellano. Creo que el profesor no llegó a leerla (sólo escogia algunas al azar para corregirlas, las demás las anotava como hechas y ya). Pero a mi me gustó escrivirla. No se. Las miradas son un tema que me fascina. Los ojos son el reflejo del alma.
Tenía la mirada perdida, así que pude fijarme bien en sus ojos, hermosísimos. De un verde claro salpicado de manchas marrones, formando un intrincado dibujo que hubiera podido observar durante horas, embelesada. Tenía la mirada ausente, las pupilas dilatadas. La cara inmóvil pero relajada, sin prestar atención a todo cuanto le rodeaba. Los cabellos, medio largos, le caían desordenados por doquier. Tenía el pelo castaño oscuro, y con la luz del sol parecían cambiar de color a cada instante. Se asemejaba a una de esas estatuas de las calles, vivas pero a la vez inertes. Y aún así, su mirada hablaba por él. Parecía hablar de soledad, de ausencia, de dolor. O eso pensé yo, al verlo así, apoyado en la pared, solo, con la mirada perdida y el gesto ausente. La gente lo ignoraba al pasar, como si no existiera. Y él los ignoraba a su vez, perdido como estaba en sus propios pensamientos.
Fue entonces cuando se giró y sus ojos se posaron en mí, como si un sexto sentido le hubiera alertado de mi atención. El gesto ausente desapareció, y por lo contrario apareció, al principio, esa máscara que parecía llevar día a día para enfrentarse a los demás. Era como si escondiera su alma bajo el rostro. Su mirada se volvió opaca, sin esas emociones que yo había creído avistar antes, cuando aún su gesto estaba ausente. Pensé que me había equivocado, que tan solo había imaginado esa mirada profunda, perdida. Pero entonces me reconoció y su rostro cambió de nuevo. Sus ojos descubrieron mis ojos, la máscara volvió a desaparecer y, lentamente, sin apartar sus ojos de mis ojos, me dedicó una sonrisa. Una sonrisa triste, de abandono. De distanciamiento. Como si al mirarme viera lo lejos que estábamos el uno del otro, aún separados apenas por unos pasos. De lo solo y perdido que estaba. Como si pensara que nadie podía salvarlo.
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Tenía la mirada perdida, así que pude fijarme bien en sus ojos, hermosísimos. De un verde claro salpicado de manchas marrones, formando un intrincado dibujo que hubiera podido observar durante horas, embelesada. Tenía la mirada ausente, las pupilas dilatadas. La cara inmóvil pero relajada, sin prestar atención a todo cuanto le rodeaba. Los cabellos, medio largos, le caían desordenados por doquier. Tenía el pelo castaño oscuro, y con la luz del sol parecían cambiar de color a cada instante. Se asemejaba a una de esas estatuas de las calles, vivas pero a la vez inertes. Y aún así, su mirada hablaba por él. Parecía hablar de soledad, de ausencia, de dolor. O eso pensé yo, al verlo así, apoyado en la pared, solo, con la mirada perdida y el gesto ausente. La gente lo ignoraba al pasar, como si no existiera. Y él los ignoraba a su vez, perdido como estaba en sus propios pensamientos.
Fue entonces cuando se giró y sus ojos se posaron en mí, como si un sexto sentido le hubiera alertado de mi atención. El gesto ausente desapareció, y por lo contrario apareció, al principio, esa máscara que parecía llevar día a día para enfrentarse a los demás. Era como si escondiera su alma bajo el rostro. Su mirada se volvió opaca, sin esas emociones que yo había creído avistar antes, cuando aún su gesto estaba ausente. Pensé que me había equivocado, que tan solo había imaginado esa mirada profunda, perdida. Pero entonces me reconoció y su rostro cambió de nuevo. Sus ojos descubrieron mis ojos, la máscara volvió a desaparecer y, lentamente, sin apartar sus ojos de mis ojos, me dedicó una sonrisa. Una sonrisa triste, de abandono. De distanciamiento. Como si al mirarme viera lo lejos que estábamos el uno del otro, aún separados apenas por unos pasos. De lo solo y perdido que estaba. Como si pensara que nadie podía salvarlo.
miércoles, 29 de abril de 2009
Ángel de bruma
Pálido reflejo de mis anhelos, eslabón perdido de mi alma... ¿Dónde estás, mi ángel de bruma? ¿Qué pasó con tu existencia de quimeras? Ángel mudo, sin alas y sin sombra, perdido en la neblina de la existencia... Oh, te extraño tanto. ¿Donde te escondes? ¿Qual es el rostro que ocupas ahora? Te fuiste sin apenas ruido, sin que tuviera tiempo de preguntarte si realmente eras... y te fuiste... ¿Quien sabe si me olvidaste? ¿Quien puede saber qué es lo que escondes o lo que deseas? Lo único que yo sé es que mi alma aún te espera. Te aguarda, con la triste esperanza de que volverás. De que sigues ahí. De que mañana me cruzaré con un desconocido y en sus ojos veré tus ojos, con el alma de ángel y el corazón partido de pena.
Mi ángel de bruma...
te quiero.
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